Lunes otra vez... y van...

Salgo de mi casa a la 7 los días laborales. Para despertarme a la mañana pongo el despertador 5.50 y se repite cada 10 minutos hasta que a las 6.30 me decido a abandonar mi cama. Hoy cada vez que se iban esos paquetitos de minutos en que volvía a cerrar los ojos deseaba que fuese un sueño y que en realidad faltaba muuucho para levantarme...

Viajé en el colectivo parada... con mucho sueño... deseando que alguno se baje en seguida y que me permita volver a ese estado de nirvana... ¿Pasó? Sí... demasiado tarde... si me llegaba a quedar dormida era probable no sólo que me pasara, sino que el bondi diera la vuelta y me despierte donde lo había tomado.

Llego en breve mi parada y me puse a caminar en dirección hacia mi trabajo y no podía más que pensarme a mi como así a todos los que en un estado cuasi zombi nos movíamos a arrancar la semana, que somos engranajes de un sistema con tracción a sangre, rutinario y asesina almas.
Y un deseo vino a mi mente... “¡Qué ganas de tener un almacén en la costa!”